Resiliencia es la capacidad que tiene un sistema para resistir, asimilar y recuperarse tras un evento adverso
El cambio climático, además de provocar la progresiva subida del nivel del mar y el agravamiento de las tormentas tropicales, genera importantes cambios en los ciclos de lluvias. El clima se extrema, por lo que se agrandan las sequías, se intensifican las lluvias haciéndose torrenciales, hay severos retrasos en la llegada de las lluvias y finalmente, hay una menor predictibilidad de los ciclos estacionales, lo que hace que las pérdidas en la agricultura aumenten, en especial en el caso de los pequeños agricultores, que son los más vulnerables ante dichos cambios.
Con el objetivo de analizar estrategias y posibles alianzas para reducir los efectos negativos del cambio climático sobre la seguridad alimentaria de América Latina y el Caribe, se ha celebrado en Santa Cruz (Bolivia) el “Taller de gestión del conocimiento sobre agricultura resiliente al cambio climático para contribuir a la seguridad alimentaria y nutricional y el derecho a la alimentación en América Latina y El Caribe” (12- 13 de marzo), organizado por la FAO, Prosalus y la AECID.
El taller contó con la participación de expertos invitados de 12 países y ha conseguido unir a representantes de organismos multilaterales, ministerios, centros de investigación y organizaciones civiles, con el fin de enriquecer el debate y la búsqueda de soluciones y sinergias en torno a la mitigación de los efectos del cambio climático en la agricultura. CERAI estuvo representado a través de Iñaki Liceaga, técnico de cooperación internacional en América Latina y Caribe.
Así, estuvieron representados los siguientes países: Guatemala, El Salvador, Honduras, Cuba, Colombia, Perú, Ecuador, Brasil, Bolivia, Costa Rica y Chile, junto con expertos españoles de diferentes ámbitos.
Entre las conclusiones se estableció la necesidad de fomentar la capacidad de resiliencia de los sistemas productivos como la mejor forma de hacer frente a las eventualidades que genera el cambio climático. Así, se determinó que los sistemas agroecológicos tienen más capacidad resiliente que otros sistemas menos integrales.
Las directrices prácticas que se recomendaron pasan por mejorar la actividad biológica de los suelos, aumentar su cobertura, diversificar los cultivos en las fincas, practicar alternativas de cultivos y rotaciones, recuperar semillas locales y autóctonas, más resistentes al clima local de cada zona y reforestar las cuencas de los ríos, entre otras.
Al mismo tiempo, se identificó la necesidad de fortalecer las organizaciones sociales y de campesinos como elementos fundamentales para asegurar la capacidad de resiliencia de las poblaciones, primeras afectadas por la inseguridad del clima.
Así, la problemática de la inseguridad climática y sus consecuencias no se trató sólo desde una perspectiva productiva, sino también social, donde se identificó la necesidad de actuar desde lo local en la puesta en marcha de mejoras concretas adaptadas a la diversidad cultural y ecosistémica, tanto desde las instituciones sociales, como en el nivel local, nacional y regional.
Para la elaboración de políticas correctoras, se identificó la necesidad de generar buenos trabajos técnicos y estudios científicos de referencia, que constituyan una base solvente para estas políticas. Es en este punto en que se basa el trabajo de CERAI, que aporta y aportará su experiencia en favor de una América Latina donde las estrategias de seguridad alimentaria sean más sólidas y resilientes.