
Foto (Wikimedia Commons): Interior de una nave de un criadero de cerdos.
ARTÍCULO de Pascual Moreno Torregrosa.
Ingeniero agrónomo y socio de honor de CERAI.
En los últimos días estamos asistiendo, a raíz de las declaraciones al periódico inglés The Guardian del Ministro de Consumo Alberto Garzón, a un debate encarnizado sobre la ganadería española y concretamente sobre las macrogranjas. Al señor ministro le están atacando por la derecha, el centro e incluso por la izquierda (algunos presidentes del PSOE de regiones autónomas y otros miembros del Consejo de Ministros). Incluso el jefe del gobierno Pedro Sánchez, no le ha apoyado, con una reprobación silenciosa, es decir, sin manifestarse, le ha desautorizado.
No voy a entrar sobre varias de las afirmaciones que Alberto Garzón hizo en la entrevista que creo que eran muy sensatas y que iban en consonancia con lo que propugna la misma Unión Europea y por supuesto lo que viene alertando el panel de expertos de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (IPCC en sus siglas en inglés) que la ganadería, y más concretamente la de tipo industrial, es un emisor de gases de efecto invernadero (GEI), y que para amortiguar el cambio climático es necesario controlar el crecimiento del sector. El lobby de la ganadería intensiva, esencialmente el del porcino, se ha lanzado a tumba abierta a atacar a Garzón con afirmaciones infundadas sobre la no existencia de macrogranjas en ciertas regiones, sobre la gran calidad de la carne que en ellas se produce, sobre la falsedad del maltrato animal, etc., etc.