Imagen: Plantaciones de kif y balsas para riego durante el verano
El ministro del interior marroquí Abdelouafi Laftit ha presentado al gobierno un proyecto (proyecto de ley 13-22) que de aprobarse reglamentaría el cultivo de cáñamo para la producción de medicamentos, de parafarmacia, o agroalimentarios además de usos industriales. Era un tema que llevaba debatiéndose desde hace tiempo en los círculos políticos y sociales de Marruecos y que al fin el gobierno ha decidido sacar a la luz.
El cáñamo, “maría”, kif, grifa, etc., se cultiva desde hace años en cantidades importantes en el norte de Marruecos, en la región del Rif y principalmente en las provincias de Chefchaouen y Alhucemas. La producción hasta los años 60 del siglo XX era destinada al consumo interior, bien en su estado original (cogollos que se fumaban junto con tabaco en el “sebsi”, una pipa tradicional alargada) o bien transformada en hachís, que era el resultado de prensar el polvo que se extraía de la planta y que se mezclaba igualmente con tabaco. Los campesinos rifeños, habitantes de un territorio con escasa capacidad agronómica para otros cultivos (cereales, frutales, plantas industriales) con una orografía muy abrupta y una gran parcelación de la tierra, llevaban este producto a las regiones del sur, legal o ilegalmente, lo que les permitía obtener unos magros ingresos con los que subsistir.
En la etapa en que se estableció el Protectorado en Marruecos (Conferencia de Algeciras 1906: el francés y el español) el número de hectáreas en cultivo nunca sobrepasaron las 5000. Hubo un tiempo en que los franceses establecieron en la zona por ellos ocupada la regulación del cultivo, a través de la denominada Regie du Tabac et du Kif, con la finalidad, como hicieron en otras colonias del sudeste asiático (Indochina con el opio), de obtener ingresos con los que financiar su proyecto colonial. Cuando Francia se adhirió a la Convención Internacional sobre Drogas en 1932, la Regie dejó de existir. España, que ya había tenido muchos problemas con el territorio que le tocó en suerte en Algeciras consintió el cultivo del kif con la finalidad de evitar las revueltas de los fellahas rifeños (1).
Obtenida la independencia en 1956, el sultán Mohamed V permitió que cinco tribus de los alrededores de Ketama continuaran produciendo kif cuya comercialización se llevaba a cabo en el interior del país.
Pero llegaron los años 60 del pasado siglo y se produjo, junto a importantes cambios en las costumbres sociales, las revueltas estudiantiles, la consolidación del Estado del Bienestar, etc., y una “democratización” en el consumo de esta sustancia psicotrópica: lo que antes había estado reservado esencialmente a intelectuales, artistas, gente acomodada, la farándula nocturna y personas individuales, se hizo extensivo a muchas otras capas de la población. Esas 5000 hectáreas de kif cultivado por campesinos pobres en el Rif se convirtieron en pocos años en miles (se llegó a finales de los años 90 del siglo XX a 150.00 hectáreas) que transformadas en hachís inundaron el mercado europeo.
Poderosos grupos extranjeros (holandeses, italianos, españoles) junto con sectores marroquíes surgidos del interior de la producción, se dedicaron a satisfacer, ilegalmente, la demanda de kif o de su transformado el hachís. Mientras, se enriquecían hasta extremos de escándalo quienes controlaban el comercio, ya que en sus mejores años las exportaciones de hachís procedentes de Marruecos llegaron alcanzar la cifra de 3000 millones de euros. Pero el Rif continuaba siendo la región más empobrecida de todo Marruecos, con mayores índices de analfabetismo (hoy en día aún Chefchaouen tiene un analfabetismo del 68% (2)), infraestructuras inexistentes o muy deterioradas (carreteras, servicios sanitarios, agua potable y electricidad, agricultura de subsistencia), flujos migratorios constantes hacia Europa, y persistencia del contrabando de todo tipo de mercancías procedentes de España procedentes de Ceuta y Melilla.
El gobierno marroquí, sorpresivamente ha tomado la decisión de legalizar, como hemos dicho al principio de nuestro escrito, el cáñamo para usos medicinales.
Varias cosas cabe destacar
1ª.- El precio del kilo del kif ha caído enormemente. De 10.000 dirhams/kilo que podían alcanzarse hace pocos años, está a 1.500 dirhams (3). Un precio de ruina para los campesinos que durante años compaginaban su cultivo, en general, en una parte de sus reducidas parcelas, con el resto a producciones de subsistencia (trigo, hortalizas, frutales, forraje para las pocas cabezas de ganado). Los 3 ó 4 kilos de hachís que podía producir un campesino con sus 300 m² a duras penas les permitía sobrevivir (4).
2º.- El territorio está muy parcelado. Las propiedades son pequeños lotes de tierra que no superan la media hectárea cultivada en secano, generalmente extendidas por todo el término de la comuna.
3º.- El cultivo y comercio del kif (y su transformado el hachís) frenó la emigración de mucha población de la región. Malamente, con escasos ingresos, trapicheando, con trabajos eventuales en las ciudades costeras, la gente se aferraba al territorio. Se produjo una expansión ilegal, en ocasiones consentida por las autoridades, de la frontera agrícola. Se deforestaron miles de hectáreas de bosque de gran valor ecológico, como los cedros de la región de Ketama, los alcornoques y encinares distribuidos por las montañas que le daban un colorido espectacular al Rif y que hoy, desaparecidos, han dejado montes pelados, donde no crece absolutamente nada, y que la escasa tierra vegetal que aún persiste es arrastrada con las lluvias torrenciales de primavera u otoño al Mediterráneo por los cauces que permanecen secos el resto del año (5).
4º.- La miseria del Rif no es generalizada. Hay quien ha sabido aprovechar los años de bonanza con el tráfico del hachís. Grandes fortunas que se han invertido en casas suntuosas, adquisición de vehículos todoterreno, compra de apartamentos en Tánger, Tetuán, Nador, Alhucemas, y en la Costa del Sol, o en ampliación de tierras para el cultivo del kif en gran escala (hay explotaciones hoy que superan las 50 hectáreas que es una gran superficie para la región) con costosos sistemas de riego por goteo gracias a la proliferación de embalses que esquilman las capas freáticas o secan aún más los riachuelos que lo atraviesan. Una nueva clase social ha emergido paulatinamente, pero con fuerza, en los últimos 60 años. Con conexiones con traficantes europeos, y generalmente bien relacionada con políticos que tienen gran predicamento en Rabat. Una clase social que se ha internacionalizado y que intentará aprovechar la legislación que está preparando el gobierno marroquí para la legalización del cáñamo medicinal en interés propio.
5º.- Con la consolidación del consumo de cáñamo el campesino rifeño ha adoptado nuevas técnicas agrícolas, como por ejemplo la introducción de variedades mejoradas procedentes de Europa y de otros continentes. Tales como las conocidas como “Messaria”, “Ghzawia” y “Zeroualia”, que dan mayores rendimientos tanto en volumen de planta como en nivel de THC que la tradicional, denominada “romia”, pero que son exigentes en agua, en abonos sintéticos y, si se precisa por alguna enfermedad, en pesticidas. Esta “revolución verde” solo ha beneficiado al kif, pues el resto de cultivos de subsistencia ha quedado marginado: ¿quién va a regar su trigo cuando no podrá competir, por mucho que eleve su producción, con el importado de Europa o de los EE. UU.? Es Ricardo (6) y sus ventajas comparativas quien ha hecho que el Rif haya perdido su soberanía alimentaria. Una gran parte de los alimentos de la familia se compran en el zoco semanal y de manera residual queda el pequeño huerto familiar con algunos frutales… y atado a uno de los árboles un cordero para ser sacrificado en la fiesta del Aid El Kebir.
Si la ley que debe aprobar el gobierno marroquí sale adelante, nuestro vecino país va a entrar en el grupo de los 40 que han legalizado el cáñamo para usos medicinales (el más reciente ha sido estos días Perú). De entre ellos hay algunos que también han autorizado su uso “recreativo” y que controlado, podrá adquirirse y consumirse sin miedo a una penalización. Esta última posibilidad de momento no se contempla en Marruecos aunque hay sectores que no la descartan a medio plazo.
Dos cuestiones queremos señalar. La primera es que no va a ser fácil a la agencia que debe constituirse para regular y supervisar la producción de cáñamo medicinal hacer su labor teniendo en cuenta que quienes están hoy como “barones del hachís” no querrán tener que someterse a un control estatal y perder el mercado de la producción y sus beneficios. Y de otra, que esta decisión del gobierno marroquí pone en situación complicada la tozudez del gobierno español en no avanzar en la legalización del cáñamo medicinal, y no comenzar ya a reflexionar seriamente en integrarse a los países que han legalizado la producción, el comercio y el consumo del cáñamo para su uso “recreativo”.
Pascual Moreno Torregrosa
Ingeniero agrónomo y socio de honor de CERAI
NOTAS AL PIE
(1) Las tribus rifeñas mantuvieron durante décadas en tensión constante a las guarniciones españolas (presidios) sobre todo a Melilla, llegando en 1921 a derrotar al ejército español en la batalla de Annual de la que se han conmemorado los 100 años en el pasado mes de julio.
(2) Recientes declaraciones de Abderrahim Bouazza presidente del Consejo provincial de la provincia.
(3) 10 dirhams= 1 euro
(4) Los campesinos más favorecidos llegan a producir aún hoy en día entre 8 y 10 kilos de hachís.
(5) La escasez de vegetación, junto a las características geológicas de las montañas del Rif, dorsal calcárea, hace que la infiltración sea dificultosa.
(6) David Ricardo, el economista inglés que elaboró la teoría de las ventajas comparativas: centrarse en producir aquello para lo cual se encuentra un país en una situación de superioridad respecto al resto. Marruecos durante años ha gozado de permisividad en el cultivo por parte de su gobierno, escasa represión, la persistente ilegalización internacional de las sustancias psicotrópicas y las conexiones político-empresariales a los más altos niveles.