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Artículo de Juan Laborda.
Técnico de Dinamización Local de CERAI y autor del informe «El camino hacia el empleo agrario en los Sistemas Agroalimentarios Territorializados»
En nuestro «primer mundo» estamos cada vez más lejos de lo que sustenta nuestras vidas, pero parece que empezamos a concienciarnos en temas tan esenciales como la comida y el camino que la lleva desde el campo o el mar hasta el plato. Y es que como sociedad debemos tener en cuenta que no hay gente que quiera o pueda dedicarse a producir nuestra comida. Ni siquiera uno de cada diez titulares de explotación tiene menos de 40 años.
El hueco que dejan las cinco explotaciones familiares que cierran cada día en España no lo quiere o no lo puede ocupar gente que viva, críe y gaste sus ingresos en los pueblos. También sería importante conocer que gran parte de esos abandonos pasan a manos de otras personas, que necesitan extensiones cada vez mayores y más industrializadas para mantener la rentabilidad. Además, cuanto más fértiles sean, más probable es que esas personas que van acumulando tierra, agua y producción sean personas jurídicas y no físicas. También será más probable que no habiten ni dejen demasiado de sus grandes beneficios en el territorio que los genera. Muchas personas, si pudieran saber todo esto cuando van a la compra, entenderían perfectamente que el panorama descrito no favorece para nada el relevo generacional en el campo. Y si tuvieran acceso a una opción que si lo hiciera seguro elegirían esta última. Vamos en camino, pero es un proceso lento para una empresa que necesita rentabilizar cada año.