Cada 15 de octubre, se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2007. Esta fecha se escogió para coincidir con el Día Mundial de la Alimentación, el 16 de octubre, para subrayar el vínculo vital entre las mujeres del medio rural y la seguridad alimentaria global. Las mujeres rurales desempeñan un papel crucial en la producción de alimentos, el desarrollo sostenible y la resiliencia ante el cambio climático. Sin embargo, a pesar de su importancia, siguen enfrentándose a profundas desigualdades.
Según señala ONU Mujeres, las mujeres rurales, que representan una cuarta parte de la población mundial, son fundamentales en la lucha contra la pobreza extrema y el hambre. Trabajan como agricultoras, asalariadas y empresarias, asegurando la seguridad alimentaria de sus comunidades. A pesar de ello, siguen sufriendo desproporcionadamente la pobreza y carecen del mismo acceso que los hombres a recursos tan esenciales como la tierra, el crédito o los mercados.
La situación en España no es diferente: aunque el censo agrario de 2020 muestra un incremento en el número de mujeres al frente de explotaciones agrícolas (29% del total), la brecha de género sigue siendo evidente. Además, la falta de jóvenes titulares de explotación, especialmente mujeres, compromete el relevo generacional en el sector. Proyectos de empoderamiento como la cotitularidad son claves para revertir esta situación y fomentar la igualdad de oportunidades.
En este contexto, el proyecto Ruralitud juega un papel esencial. Impulsado y financiado por la Fundación Daniel y Nina Carasso, en colaboración con el Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI), Ruralitud tiene como objetivo facilitar el acceso a la producción sostenible de alimentos a quienes buscan hacer de esto su modo de vida. Su enfoque está basado en los Sistemas Alimentarios Territorializados (SAT), promoviendo un sistema alimentario más justo, vinculado al territorio, inclusivo y saludable.
Dentro de esta iniciativa, se destacan proyectos liderados por mujeres rurales que están transformando sus comunidades, apostando por la sostenibilidad, la innovación y la puesta en valor de los saberes tradicionales. Estos proyectos contribuyen al desarrollo rural y son ejemplos vivos de cómo el empoderamiento de las mujeres es clave para mantener vivo el mundo rural.
Quesería Maín: innovación y tradición en los Picos de Europa
Jessica López es el corazón detrás de la Quesería Maín, una joven emprendedora que decidió cambiar el diseño gráfico por la elaboración tradicional de queso Cabrales en su pueblo natal. Este proyecto, situado en uno de los pueblos más altos de los Picos de Europa, es un ejemplo claro de cómo el emprendimiento femenino puede revitalizar el medio rural. Jessica ha fusionado su herencia familiar con una visión innovadora que ha permitido a la quesería prosperar y, a su vez, generar empleo de calidad en la zona.
El éxito de la Quesería Maín radica en su enfoque sostenible y respetuoso con el entorno. No solo han mantenido las técnicas tradicionales de producción de queso, sino que también han desarrollado el Aula del Queso, un espacio educativo que atrae a visitantes de todo el mundo interesados en aprender cómo se elabora este manjar. Este proyecto fue reconocido en 2016 con el Premio de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales, otorgado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, destacando su capacidad para diversificar la actividad económica en zonas rurales.
Jessica, al frente de este proyecto, ha demostrado cómo las mujeres jóvenes pueden liderar el cambio en el medio rural, haciendo frente a desafíos económicos y sociales, mientras recuperan prácticas tradicionales desde una perspectiva moderna.
Spiga Negra: recuperando los cereales ancestrales desde Andalucía
En la campiña andaluza, el proyecto Spiga Negra está liderado por un grupo de artesanas que han decidido dar un paso firme hacia la sostenibilidad y la recuperación de los cereales tradicionales. Este obrador artesanal de pasta ha logrado lo que muchos pensaban imposible: devolver al campo y a las mesas variedades de trigo duro y espelta que estaban prácticamente en desuso.
Spiga Negra trabaja directamente con familias agricultoras locales, lo que les permite evitar la especulación y la concentración de grandes grupos semoleros. Además, el hecho de contar con su propio molino semolero les da un control total sobre la calidad de su materia prima. Esta autonomía les ha permitido no solo recuperar saberes y sabores tradicionales, sino también adoptar un enfoque respetuoso con el medio ambiente y adaptado al cambio climático.
La elaboración de su pasta sigue un proceso artesanal y respetuoso con los nutrientes del cereal. Desde el uso de moldes de bronce hasta el secado a baja temperatura durante más de 24 horas, todo el proceso está diseñado para preservar las cualidades nutricionales y organolépticas del trigo. Este enfoque les ha permitido obtener el Premio de Excelencia a la Innovación para Mujeres Rurales, destacando su contribución a la sostenibilidad y el desarrollo rural.
Spiga Negra es un ejemplo de cómo la producción local puede ser una respuesta a los grandes retos del sector agroalimentario, desde la lucha contra el cambio climático hasta la promoción de sistemas alimentarios más justos y equitativos.
La Caperuza: sostenibilidad y tecnología en la Sierra de Madrid
La Caperuza, ubicada en el valle de Bustarviejo, es un proyecto ganadero que ha logrado fusionar la tradición del pastoreo con un enfoque innovador y profesionalizado. Liderado por Mamadou (Belu), Laura y Concha, este pequeño equipo gestiona una cabaña de 170 cabras malagueñas y 60 vacas de raza serrana que pastorean diariamente en más de 200 hectáreas dentro de la Red Natura 2000. Su enfoque regenerativo de los pastos ha permitido, entre otras cosas, la gestión de fajas cortafuegos para la prevención de incendios forestales.
Lo que hace único a La Caperuza es su firme apuesta por la economía circular y la reutilización de los recursos disponibles. Con el estiércol de sus animales, han creado un huerto de verduras de temporada, que venden directamente al consumidor en su propia tienda y en la huerta. No utilizan productos químicos, sino que cuidan la tierra de forma natural, asegurando la máxima calidad en sus productos.
Además, su compromiso con el bienestar animal es evidente. Han sustituido los productos desparasitantes químicos por métodos naturales, como la simbiosis con gallinas ponedoras, que se encargan de limpiar de insectos y parásitos el terreno. También han integrado tecnología avanzada en el manejo de su rebaño, utilizando dispositivos GPS y vallado virtual para optimizar la rotación de pastos, lo que les permite aprovechar mejor los recursos naturales.
La Caperuza se ha convertido en un referente de cómo unir tradición y modernidad para crear un proyecto ganadero sostenible y viable. Además, han hecho de la visibilización de la mujer rural uno de sus objetivos principales, promoviendo su importancia en el medio rural y la sociedad en general. A través de visitas guiadas y proyectos de educación ambiental, buscan reducir el abismo entre el mundo rural y el urbano, acercando sus valores a nuevas generaciones.