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El Salvador: aprender haciendo, metodología que fomenta la agroecología en el país


Cultivar sin agroquímicos es posible, pero es imprescindible información, concienciación y formación para superar el trecho “del dicho al hecho”. Esto es algo que demuestra la implementación de las prácticas agroecológicas, aquí y en Kuala Lumpur. La agroecología es la herramienta estrella para alcanzar la transformación sostenible de los sistemas alimentarios. Y sí, de Norte a Sur, pasando por El Salvador.

Con el proyecto ‘Fomento del desarrollo humano sostenible en cinco comunidades de la subcuenca del Río Quezalapa mediante sistemas de producción agroecológicos y protección de los recursos hídricos’, el Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI) y Fundesyram trabajan para formar en técnicas agroecológicas a las familias en las comunidades locales de Suchitoto (El Salvador).

Además, este proyecto tiene otros dos objetivos: la defensa medioambiental y la gestión del agua. Este proyecto beneficia de forma directa e indirecta a más de 1.300 personas, entre las que destaca la participación de mujeres. Ellas representan el 80% de las personas participantes y garantizan el éxito de la producción.

“Tras un año de desarrollo del proyecto, la formación agroecológica se ha convertido en el pilar de la metodología implementada por Fundesyram, contraparte local con más de 30 años de experiencia que hace muchos años asumió el compromiso con la transformación de la agricultura convencional en la agroecología, y así lo está transmitiendo en las comunidades en las que trabajamos”, señala Nerea Izaguirre, técnica expatriada de CERAI en El Salvador.


Ambas organizaciones trabajan con un total de cinco comunidades rurales del distrito de Suchitoto, municipio de Cuscatlán Norte en El Salvador. Lo hacen a través de prácticas tradicionales de agricultura convencional, y poco a poco están consolidando esta experiencia como una buena práctica a nivel distrital.

El ingrediente productivo se cimenta en la formación agroecológica en una escuela de campo diseñada para poder exponer la teoría, pero también para abordar la práctica. En las clases quincenales se desarrolla lo que después cada una de las 60 familias con las que trabajan las organizaciones deberán implementar como parte del compromiso con el proyecto. Antes de iniciar el establecimiento de las unidades de producción familiar (UPF), cada familia recibió orientación técnica sobre las curvas a nivel, la preparación de las camas de siembra o la delimitación de los espacios de cultivo. En estos espacios se han intercalado frutales, grano básico, pastos, abonos verdes y al menos, once especies de hortalizas.

Los resultados en la parte productiva del proyecto son visibles en las ferias productivas que se vienen desarrollando desde el inicio del año 2025. Además, cada familia puede mostrar el resultado de su esfuerzo fructificado en una mejoría en la alimentación, en un ahorro visible en la canasta básica y en un ingreso extra a la economía familiar.
“Las valoraciones sobre el impacto que el proyecto está teniendo en el territorio son muy positivas, contemplamos un cambio importante en el imaginario de las personas productoras, que en ocasiones piensan que si no se usan químicos no se puede producir. Y también generamos capacidades y conocimientos en las comunidades que quedarán instaladas más allá del financiamiento recibido”, destaca Izaguirre.

La siguientes fases del trabajo desarrollado por ambas organizaciones se abordará: el trabajo en defensa del medioambiente con acciones de sensibilización, la prevención de incendios, mejoras en la gestión de los sistemas de agua comunitarios o la reforestación entre otras.

El proyecto ‘Fomento del desarrollo humano sostenible en cinco comunidades de la subcuenca del Río Quezalapa mediante sistemas de producción agroecológicos y protección de los recursos hídricos’ es posible gracias a la financiación de la Generalitat Valenciana.

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